jueves, 30 de abril de 2020

Videollamadas con mis papis

Cuando mamá aprendió lo fácil que era hacer videollamadas por wasap, en seguida se subió al carro. Al principio hablábamos todos los días; era cuando acababa de empezar el confinamiento y yo estaba malita, no sé cuál de esas razones fue más determinante, posiblemente ambas. Luego espaciamos más las llamadas, y ahora hablamos cada tres o cuatro días.

Los primeros días hablaba solo con mamá, y luego se apuntó papá también. En una de las llamadas que yo veía a papá ahí de medio lado de pie detrás de mamá, le dije que se sentara y que pusieran el teléfono en horizontal y así les veía a ambos. Desde entonces están siempre los dos, como Epi y Blas. Cada día se ponen en un sitio distinto de la casa, dicen que cambian de plató, aunque su sitio favorito ha acabado siendo delante del cuadro de Sorolla. Siempre están con su ropa de calle, todos guapetones, como si acabaran de volver de algún sitio o fueran a salir.

Charlamos de lo que hemos hecho ese día, aunque no suele haber cosas demasiado trascendentes, por razones obvias. Ellos me cuentan que están llevando muy bien el confinamiento; que no echan de menos salir. Tienen su rutina cogida, su horario, y todos los días hacen lo mismo; se toman su aperitivo en la terraza, comen, luego tienen su rato para sus cosas; mi padre está traduciendo el primer capítulo de El Quijote al pachuezo -un encargo- y dice que se lo está pasando pipa. Mi madre, con su inglés, o su francés o lo que le toque. Muy políglotas los dos. Por la tarde se toman el té y no perdonan ni un día sus partidas de parchís al solete cuando el tiempo lo permite; se lo pasan estupendo, riéndose de las desgracias ajenas y de la suerte propia -y también viceversa.

Dice papá que eso que se habla de que el confinamiento está suponiendo una fuente de tensiones en las parejas a ellos no les está pasando, que ellos están si acaso más contentos y llevándose mejor. Que para ellos están siendo como unas vacaciones, alejados de obligaciones y de compromisos. Me alegra mucho oirles que están tan bien.


Esta es "del futuro", del 18/6/2020. Seguimos con las videollamadas ;)

Cámara frontal

El domingo pasado llamé a mi madre para hacer una de nuestras videoconferencias wasaperas cuarenteniles con ella y mi padre. Cuando contestó yo le pude ver a ella en la pantalla, pero... "Oh, no! Es cierto" -recordé. Mi cámara frontal no funcionaba, me había dado cuenta cuando en mi sesion de vitamina D de esa mañana me había intentado hacer un selfi y no había podido; se veía la pantalla en negro. Eso mismo me estaba pasando; yo les veía a ellos -ya se había unido mi padre- pero en el recuadro pequeño de la esquina donde tendría que haber estado yo, solo había un rectángulo negro.

Mi primer pensamiento fue: Bueno, pues hacemos una llamada telefónica normal, o les veo yo a ellos aunque ellos no me vean. Pero me di cuenta entonces de lo importante que era en realidad poder vernos, la gran diferencia que suponía en la calidad de esa comunicación. Le di al icono de la cámara, por hacer algo, y la cámara cambió a la trasera. Mis padres "¡Ay mira, ya se ve...!" "No, pero es la delantera, y si la pongo para que me veáis, yo no os puedo ver... A no ser que..." Y recordé el método antiguo para hacerse uno selfis: el espejo.

Así que me cogí una silla y me senté delante del espejo de mi habitación, sujetando el móvil hacia delante. Era un poco precario, pero era un apaño. Así estuvimos toda la conversación, aguantando el tirón.

Nada más acabar me metí en internet para ver cómo lo podía arreglar, aunque me temía que la cámara estaría rota. Y tras unas horas probando todas las soluciones que leí en la red, llegué a la conclusión de que era un problema de hardware y de que ya me podía ir despidiendo de tener cámara frontal. Y de repente, no sé cómo, llegué a un vídeo de youtube (de 2015, por cierto) en el que un tío, español, con el mismo modelo de Samsung que el mío, abría el móvil para cambiarle la cámara. Todo parecía relativamente sencillo, y decía que había comprado la cámara muy baratita en ebay "¿Muy baratita cuánto es?" Me pregunté yo. En seguida me contestó "...tres euros" ¿Cómorrr? ¡Allá que voy!" Y vini, vidi, vinci; me metí en ebay, la encontré, la pedí...

Total, que me salto todo hasta hoy; he abierto el buzón y ahí estaba el sobre con mi cámara nueva. Me he puesto el vídeo, he seguido las instrucciones impecablemente... ¡Y tengo cámara frontal en mi móvil! No sé cuánto me durará el móvil en sí, porque ya estaba obsoleto cuando me llegó hace tres años, pero mientras me dure podré hacerme selfis y hacer videollamadas.
Cámara nueva
Destripar,
Extraer
Corroborar y sustituir

.
Regodearse

martes, 28 de abril de 2020

Alivio de confinamiento

A partir del 2 de mayo nos dejan salir a pasear o hacer deporte a un máximo de un kilómetro del domicilio personal y durante un máximo de una hora. No sé si hay más restricciones, pero yo ya me he bajado el mapa con un programita que hay y voy a ir diseñando el itinerario


No llego al Retiro, pero total, está cerrado...

domingo, 26 de abril de 2020

El que comenzó la decoración

Por lo visto este es el chouman que empezó a decorar la calle con guirnaldas. Nos lo ha mandado Víctor al grupo de la comunidad, no sé de dónde lo habrá sacado él. 

Lo que está claro es que necesitamos a gente como esta que encienda la chispa que contagie de alegría y buen rollo a los demás... y por supuesto que los demás estén dispuestos a saltar al carro.


sábado, 25 de abril de 2020

Me acabé La peste

El día que, a la salida de clase, me enteré de que habían cerrado los colegios y universidades por el coronavirus. El mismo día que noté como tenía la garganta irritada y me engañé a mí misma diciéndome que no, que era una paranoia... pero a la vez... ¿no pensarían todos los infectados de coronavirus que no podía ser que les fuera a pasar a ellos? Ese día, un profesor de alemán de la academia me dijo que era un poco como "La peste" de Camus. "Anda mira, ese libro me lo leí yo hace siglos y lo tengo por casa, me lo voy a volver a leer aprovechando la temática"

Y cuando llegué a casa lo busqué en la estantería en la que sabía que tenía que estar, y allí lo encontré.

Me cuesta últimamente leer, supongo que es el mal de los tiempos; internet tiene muchas más cosas "inmediatas", y nuestra capacidad de atención está patéticamente mermada... pero bueno, poco a poco he encontrado ratos para leer, sobre todo en mis sesiónes de captación de vitamina D... y hoy por fin, en una de esas sesiones, me lo he acabado.

Para mi sorpresa, en la última página había un dibujo que yo misma había hecho el día en el que me lo acabé la primera vez que lo leí, y la fecha; 11.2.89. Dieciocho añitos, pues. Quién me hubiera dicho entonces en qué condiciones iba a leérmelo de nuevo.


Quiero añadirle un dibujo y una nota de el día y la situación en que me lo acabé esta vez. Aunque dudo que me lo vuelva a leer.

Estas son algunas de las citas del libro que he subrayado en esta vuelta:

"Las plagas, en efecto, son una cosa común pero es difícil creer en las plagas cuando las ve uno caer sobre su cabeza. Ha habido en el mundo tantas pestes como guerras y sin embargo, pestes y guerras cogen a las gente siempre desprevenidas.(...) Nuestros conciudadanos, a este respecto, eran como todo el mundo; pensaban en ellos mismos; dicho de otro modo, eran humanidad: no creían en las plagas. La plaga no está hecha a la medida del hombre, por lo tanto el hombre se dice que la plaga es irreal, es un mal sueño que tiene que pasar. Pero no siempre pasa, y de mal sueño en mal sueño son los hombres los que pasan, y los humanistas en primer lugar, porque no han tomado precauciones. Nuestros conciudadanos no eran más culpables que otros, se olvidaban de ser modestos, eso es todo, y pensaban que todavía todo era posible para ellos, lo cual daba por supuesto que las plagas eran imposibles. Continuaban haciendo negocios, planeando viajes y teniendo opiniones. ¿Cómo hubieran podido pensar en la peste, que suprime el porvenir, los desplazamientos y las discusiones? Se creían libres y nadie será libre mientras haya plagas" p. 40

"A partir de ese momento, se puede decir que la peste fue nuestro único asunto. Hasta entonces, a pesar de la sorpresa y la inquietud que habían causado aquellos acontecimientos singulares, cada uno de nuestros conciudadanos había continuado sus ocupaciones como había podido, en su puesto habitual. Y, sin duda eso debía continuar. Pero una vez cerradas las puertas, se dieron cuenta de que estaban cogidos en la misma red y que había que arreglárselas." p.65

"La clausura se había efectuado horas antes de publicarse la orden de la prefectura y, naturalmente, era imposible tomar en consideración los casos particulares. Se puede decir que esta invasión brutal de la enfermedad tuvo como primer efecto el obligar a nuestros conciudadanos a obrar como si no tuvieran sentimientos individuales" p. 66

"Pero el cronista está más bien tentado a creer que dando demasiada importancia a las bellas acciones, se tributa un homenaje indirecto y poderoso al mal. Pues se da a entender de ese modo que las bellas acciones sólo tienen tanto valor porque son escasas, y que la maldad y la indiferencia son motores mucho más frecuentes en los actos de los hombres. Esta es una idea que el cronista no comparte" p. 124

"Todos llegaron a vivir la ley de la peste, más eficaz cuanto más mediocre. Ni uno entre nosotros tenía grandes sentimientos. Pero todos experimentaban sentimientos monótonos. "Ya es hora de que esto termine", decían (...) Al grande y furioso impulso de las primeras semanas había sucedido un decaimiento que hubiera sido erróneo tomar por resignación, pero que no dejaba de ser una especie de consentimiento provisional"  p.171

"En unos, la peste había hecho arraigar un escepticismo profundo del que ya no podían deshacerse. La esperanza no podía prender en ellos. Y aunque el tiempo de la peste había pasado, ellos continuaban viviendo según sus normas. Estaban atrasados con respecto a los acontecimientos. En otros (...) el viento de la esperanza que se levantaba había encendido una fiebre y una impaciencia que les privaban del dominio de si mismos." p.250

"Las familias que tenían que quedar más ajenas a la alegría general eran las que en ese momento tenían un enfermo debatiéndose con la peste en un hospital (...) Esta espera, esta vigilia silenciosa a mitad del camino entre la agonía y la alegría les resultaba aún mas cruel en medio del júbilo general. (...) La liberación que se aproximaba tenía una cara en la que se mezclaban las lágrimas y la risa" p.252
 

¡Se armó la tremolina!

Ayer cuando publiqué el post poco sabía que aquello no era más que el comienzo de una mucho más gorda. Como los vecinos estamos todos a la que salta para poder entretenernos y liarla un poco, una vez colgaron las primeras guirnaldas todos se apuntaron al tren de decorar la calle.

Oí voces fuera, reconocí la de Mónica, mi vecina, y me encontré con esta escena... "Pero cómo es que teníais esos globos" -le pregunté. Pero parece ser que no eran suyos, sino de los vecinos de en frente. Ahí estaban atareados, inflando globos, atándolos a la cuerda, y Mónica y James desde abajo tirando de la cuerda poco a poco.




Total, que a la hora de los aplausos ya estaba hace tiempo todo el mundo asomado a sus balcones observando la evolución de los acontecimientos y jaleando a los vecinos decoradores a lo largo de la calle.Y en los aplausos propiamente dichos, que como no, empezaron a y 58, había hasta unos periodistas con sus cámaras grabando todo desde la calle. 

Normalmente al acabar el "resistiré" viene el "Buenas noches, hasta mañana" de los Lunis, pero como ayer era viernes y todos los vecinos teníamos el subidón de embriaguez de vecindad, nuestro DJ Iván fue encadenando una canción tras otra, los vecinos bailando se fueron sacando sus bebidas a los balcones, terrazas y ventanas, y dándolo todo al ritmo de lo que nos pusieran. Yo me puse mi vermú, pero lo viví ya todo desde dentro de casa.

Suena el móvil; un mensaje. Víctor en el grupo wasap de la comunidad: "Oye vecinos Monica...Laura... tenemos que poner banderolas con los de enfrente!!! Que nuestro edificio quedó aburrido!! Compro y los ponemos la semana próxima ??"  Y Mónica contesta: "Hemos comprado esta tarde. Os damos que nos llegan el miércoles 80 metros" ¿¿Ochenta metros solo?? Debió de pensar Victor, porque en seguida contestó: "Compro más así lo ponemos bien cargadito, Vale??" Y a los cinco minutos ya lo tenía: "Acabo de comprarlos . Me llegan el miércoles también. 240 metros, así que el miércoles tenemos trabajo comunitario con los del edificio de enfrente !" Yo: Jajajaja, ¡¡Se nos va de las manos!!" 

Como a las nueve de la noche, Ivan, el DJ, puso Los Lunis para ir finiquitando, pero las hordas de vecinos clamaron al unísono "Ooootra, oootra..." y el cachondeo siguió. Que si el "la, la, la, la", que si el Dancin queen, que si el Bella ciao...  La gente con sus guirnaldas de luces en los balcones, uno por ahí sacó una bola de discoteca de esa de luces, que se proyectaban en el edificio de enfrente... en fin, felicidad en tiempos de coronavirus...


Hasta que, desde casa, oí que la música paraba abruptamente, me asomé, y era la puli, que dijo que bueno está lo bueno, y que cada mochuelo a su olivo. ¡Que en su olivo ya está! Bueno, pues que basta el cachondeo. Y así fue.

Esta mañana en la calle había ambiente de "resaca del subidón"; los vecinos se hablaban; incluso yo me asomé para ver a Iván y su compañera de piso que estaban poniendo más banderolas, y globos y movidas... Y me dice el vecino de en frente arriba -que aún no sé como se llama- "Pues tu vecino ha comprado 200 metros más"  "Lo sé..." Un pelín sobreactuado todo, if you ask me... pero deja a los chavales que caminen como ellos camelen...

Vitamina D

Aprovechando el solete mañanero que entra por las ventanas de mi habitación o del salón, y a veces una segunda sesión con el sol que entra por la hacitación del ordenador, me doy "baños de vitamina D" todos los días que Lorenzo me deleita con su presencia.. No salir de casa supone que no me dé el sol, y el solete de la primavera es una bendición, y mi cuerpo dice "Gracias, gracias..." cuando siente su caricia.

La vitamina D es muy importante para garantizar la absorción de calcio y fósforo de los alimentos en el intestino delgado, tiene propiedades antiinflamatorias, y ayuda a reforzar en sistema inmunológico, lo cual en estos tiempos, vale un potosí. Para más inri, algunos estudios llevados a cabo en Italia revelaron que los pacientes hospitalizados por coronavirus tienen una prevalencia muy alta de hipovitaminosis D... así que pa' qué quieres más. Y para rematarlo, es una cosa más que "hacer" durante el día entero confinada.

Aprovecho para leer -Me estoy leyendo "La Peste" de Camus- y ya de paso hacerme selfis pseudo-artísticos -a veces. A veces ni eso.










viernes, 24 de abril de 2020

Guirnaldas en el barrio

Esta mañana veía en facebook, en el grupo de Lavapiés, una foto que había puesto una chica de cómo habían decorado su calle con banderolas de lado a lado. Según ella "un vecino me dijo que había alguien que las tenía en casa y que se las habían pasado de balcón a balcón para hacer algo menos triste este confinamiento, sacar la alegría a los ventanales y mirar al cielo y no ver solo nubarrones."

  Qué bonita idea y qué bonita foto. Intenté reconocer la calle pero no fui capaz, aunque a lo largo de la mañana lo dijeron en un comentario: la calle Zurita. Aunque comentaban que habían puesto también guirnaldas en Argumosa y Salitre.

Pues parece que esto de las guirnaldas se contagia más que el mismísimo coronavirus, porque al acabar mi clase por zoom con Juan me asomo a la ventana y me encuentro esto:



 Y los vecinos que se han auto-proclamado encargados de poner todos los días el "Resistiré" a la hora de los aplausos (seguido del "Buenas noches, hasta mañana de los Lunis)  estaban colocando su decoración también, festivo-LGTBera...


 ...y según estoy escribiendo esto están poniendo el chotis de Agustín Lara, ese que dice:

🎶 "Cuando vayas a Madrid chulona mía, 
voy a hacerte emperatriz de Lavapiés..."🎶

Cosas de la cuarentena... mola.

miércoles, 22 de abril de 2020

Segunda cita Fremap Majadahonda

En primer lugar, he ido en Bicimad, que lo abrían hoy a las seis de la mañana. Vamos, que he estrenado yo.

 Luego ya en el jardín de Fremap, mucho de esto:
Y de esto
Amenizado con el canto de los pajaritos


Y encima me ha dicho la traumatóloga que siga con la rehabilitación, con lo cual tendré asegurado el paseito en bici a Ronda de Valencia dos o tres veces por semana,

Me he cortado el pelo

Y cuando digo que me he cortado el pelo, en tiempo de coronavirus, es que me lo he hecho yo, claro.

Llevaba ya desde antes de que todo esto estallara diciendo que me quería cortar el pelo, que bueno está lo bueno. La última vez que me lo corté fue en julio, con lo que hace la friolera de nueve meses. Y ya se estaba desmadrando un poco la cosa.

Ayer además fui al herbolario a comprar henna para teñirme, y para qué voy a teñir pelo que quiero eliminar? Me lo ahorro.

Como hace ya un tiempo que el asunto me ronda la cabeza, me vi un vídeo en el que más o menos explicaban cómo se podía hacer un auto-corte, pero era para que quedara totalmente recto, y yo lo tengo un poco en pico, pero bueno, yo tomé nota y así es como lo he hecho.



Tampoco es que el resultado haya sido espectacular; al soltármelo he tenido que suavizar algunos escalones... pero ni tan mal.

miércoles, 15 de abril de 2020

Cita en Fremap Embajadores

Pues por si mi aventura de ayer hubiera sido poco, hoy tengo otra cita en Fremap Embajadores. 

Oye, si tengo una cita, tengo que ir, no es ningún capricho ni me lo he sacado de la manga; tengo una cita médica. Y hoy a ver si puedo coger la bici, que es como iba a rehabilitación, a fin de cuentas. Porque ha amanecido lloviendo, pero a poco que mejore yo me voy en bici. Si a la ida -la cita es a las 12.45- no llueve, o incluso chispea solo un poco, bici. Y si a la vuelta llueve más y me mojo, me he mojado; llego a casa y me doy una duchita caliente y listo.

¡Ha salido el sol! Es la hora de salir, y no solo no llueve, sino que ha salido el solete! ¡Albricias! Me cojo la bomba para inflar las ruedas, que seguro que están un poco bajas después de tanto tiempo.

Mírala, mi bici... qué ganas... Efectivamente, tengo que inflarlas.

Huy... qué maravilla... qué gusto pedalear...y hace sol, y voy en bici... y si me para la poli tengo el papelito... Vaya, claro, por el parque no puedo atajar porque está cerrado. Bueno, es igual. Esto es un gusto, voy a ir despacito que así dura más el trayecto...

Pues ya he llegado. Voy a aparcar aquí bien a la vista del segurata de dentro. Mi madre me dijo ayer que en la tele decían que estaban robando muchas motos y bicis. Normal, si siempre hay chorizos, ahora que mucha gente se ha quedado sin forma de buscarse la vida, recurrirán a lo que sea.

[ Entro. Cta con la rehabilitadora. Salgo]


 Bici, bici, bici... Pues por aquí que subo, por la calle Embajadores. Ay, pero yo no quiero volver ya, qué hago, me voy al super? Pero yo no quiero meterme al super, quiero montar un poquito más... vale, me subo Embajadores arriba, y luego en Cascorro bajo, que así hago ejercicio. Buf, se nota en las piernas, qué guay. Mira, la tienda y taller de bicis, parece que está abierta. Subo, subo...

Ah, por aquí está la tienda a granel que me gusta, y no me vendría mal comprar unas cuantas cosas, como maíz para palomitas, que en Mercadona nunca queda... ¡aquí está! ¡y hay una pequeña cola, que guay! Así puedo estar un ratejo al sol mientras espero. Vale, aparco aquí la bici. Bueno, una cola de tres personas, pero como no se puede entrar en la tienda para no atufar, y la gente tiene que dejar distancia de uno a otro, parece más de lo que es. Mmm, qué rico el solete.


Me toca ya, guay. Paso a la tienda. Compro mis cuatro o cinco cosillas, charlo con la dependienta, me despido y me voy, cojo la bici. Subo a Cascorro y veo un mural en un muro. Un poco feo, pero el ente este sin cabeza tiene una corona. Corona, coronavirus, venga, foto. En otras circunstancias esta foto no la hubiera hecho, pero pongo la bici delante y sin mucho miramiento porque no quiero que parezca que estoy "de turismo" saco el móvil y disparo.


Pues nada, vuelta a casa. No quiero, no quieroooo... Bueno, en vez de bajar Ribera de Curtidores a toda velocidad como suelo hacerlo, voy a ir despaciiiitoooo, apretando bien el freno, mirándolo todo al bajar; todas las tiendas cerradas... ¿y esa algarabía? Anda, un grupo de tres o cuatro hombres en un portal, con los perrillos, de charla y cachondeíto... ¡que no se puede hacer esooo! Venga va, no seas poli de balcón, Laurita, guapa. Live and let live...

Ups! Ya llegué a casa. Bueno, muy rica la vueltecita, no me quejo. La semana que viene tengo otra cita en Fremap Majadahonda, y al día siguiente en Fremap Embajadores. Oye, si tengo dos citas, tengo que ir, no es ningún capricho ni me lo he sacado de la manga; tengo dos citas médicas...

Cita médica en Majadahonda II

Llegué al hospital a las diez, pero mi cita no era hasta las 11.30, así que le pregunté al guardia de seguridad que estaba fuera con su mascarilla: "Perdona, como mi cita no es hasta dentro de una hora y media, ¿puedo irme a dar una vuelta por el jardín?" "Sí claro, claro que puedes" Porque aquello a fin de cuentas es propiedad privada; es como si fuera el jardín de la casa de alguien. A mí me dio el súpersubidón. "Pero quizás puedes intentar ver si te pueden atender ahora"  


Ahora no sé muy bien por qué le hice caso en vez de irme para el verde inmediatamente, el caso es que lo hice. Me dirigí a la puerta, que se abrió... y me encontré ahí un dispositivo de seguridad, con cintas de bandas rojas y blancas de plástico acotando el paso y dos enfermeros a modo de escoltas. La enfermera me preguntó: "¿Tienes tos, o fiebre, o dificultad para respirar?" Yo que soy muy espabilada en seguida me di cuenta de por dónde iban los tiros: "Es que yo ya lo he pasado hace cinco semanas".  Me sorprende que no tengan prevista esa situación, porque reflexionó en voz alta: "¿y contigo qué hacemos? Espera un momento aquí" 

Pues ahí me tuvieron un rato esperando, en un limbo incómodo entre el verde y mi cita, porque el pasillo de las consultas estaba cerrado; había un cartel que ponía "Con la luz roja, no pasar", y la luz estaba roja. Por lo visto estaban trasladando pacientes, o algo así. "Oye, si queréis espero fuera" "Hombre, es que no quiero hacerte esperar en el frío" "No, si lo prefiero..." Total, que al final negociamos que les dejaba mi móvil y me llamarían cuando se pudiera pasar.... ¡¡¡y al verdecito!!!

Qué gusto, andar por el césped, casi no me lo podía creer. Me acordé de Pili y de cómo le gustaría a ella poder tener un poquito de esto, y me hice una foto para mandársela. Quizás no debería haberlo hecho, no era mi intención darle envidia ni vacilar, fue como intentar compartir mi alegría con alguien que sabía que lo entendería.



Me adentré en el jardín semi-silvestre... lirios... lirios a mogollón, y mi corazón casi daba saltos de alegría... ¡qué bonitos! Le quería hacer foto a todo, para llevarme un poquito de primavera a casa conmigo, lo malo es que no me quedaba casi batería y tenía que dosificátmela.

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Y las jaras en flor, y el olorcito a jara, qué maravilla... Esta la fotografié pensando en mi sobrina y el nombre tan bonito que tiene.



¿Y esta otra planta? Creo que la conocía pero no creo haberla visto en flor...¡qué colores tan bonitos! Estuve un buen rato haciendo tiempo paseando, viendo conejitos corriendo a mi paso, mirando todas los brotes naciendo... (hasta hice pis por allí, porque me meaba y no podía pasar al hospital, jajaja, una con la naturaleza) Me acerqué al riachuelillo y miré las piedras por si había alguna que llevarme a casa para crochetearla...

En un momento dado recibí la llamada para ir a la consulta. En cinco minutos o algo más estaba pasando por la puerta del hospital. 

La parte de la cita médica ni la voy a contar, porque no sé si os habréis dado cuenta pero no es de eso de lo que va este post. Así que digamos que al salir de la consulta aún me quedaban otro par de horitas largas para pasear por el jardín, y allá que me lancé de nuevo. Me lo tomé con calma y hasta me tumbé un rato en un banco y cerré los ojos, y me puse a escuchar los pajaritos, que había un montón montanto su algarabía, y yo diría que hasta me quedé un poco traspuesta.


Luego seguí andando, más conejitos, me paré en una especie de isleta con lavanda, pasando mi mano por las hojas y oliéndola... ¡qué olor más rico! Aún no tenía flores, pero las hojas huelen deliciosamente también. La lavanda estaba en una especie de isletilla, rodeada de grava de canto rodado, y me entretuve un rato buscando una wishing stone y alguna otra que tuviera una forma bonita. Me pareció muy curioso cómo esto me calmaba y me entretenía tanto, casi conectándome con algo primitivo dentro de mí, como un instinto recolector, como cuando en la playa cojo conchas.


Aproveché también para quitarme las zapatillas y los calcetines y andar descalza por la zona que tenía césped. Aunque estuviera mojado por la lluvia que había caído... ¿qué más daba? ¡Más gusto en los pies! Frío no hacía para nada.

Ya iba siendo hora de volver. Me fui al césped de justo en frente del hospital. Toqué el suelo y comprobé con alegría que esa zona no estaba mojada. Me tumbé debajo del aligustre donde solía tumbarme cada día después de la rehabilitación, mientras esperaba el autobús. Me quité las zapatillas y los calcetines de nuevo y planté los pies en la tierra para absorber su energía. Mmmm.... qué maravilla... Gracias, gracias, gracias...


Cuando llegó la hora cogí el bus. Iba yo sola. Al llegar a Moncloa pensé: "¿Quién dice que tengo que volver en bus desde aquí a casa? ¿Quién determina la distancia máxima que puedo hacer trasladándome a pie en vez de en transporte público?  Me vendría tan bien un poco de ejercicio "significativo" en vez de saltos de comba, abdominales y gili****eces en el salón de casa...

Así que pasito a pasito, a paso ligero, fui bajando por el Paseo Pintor Rosales con el Parque del Oeste a mi derecha, luego el parque del Templo de Debod, luego Plaza de España y las obras (pude ver los restos de las caballerizas culpables de que se hayan retrasado tanto), luego toda la Plaza de Oriente y el Palacio Real, el Viaducto sobre la calle Segovia, la iglesia de San Francisco el Grande, Puerta de Toledo y finalmente, casita. 

Y esa tarde ya no me importó estar en casa. Me sentía "normal", no enclaustrada, como hacía muuucho -más de un mes- que no me sentía.

Al día siguiente tenía otra cita médica en Embajadores. Jeje.

Cita médica en Majadahonda I

Llevaba días esperando ansiosa mi cita con la médico rehabilitadora en Majadahonda. No quería ni llamar para preguntar si las citas médicas seguían vigentes por si acaso me decían que no. Anteriormente, el día previo recibía un mensaje en mi móvil recordándomela, no así esta vez, pero tampoco había recibido un mensaje diciéndome que estaba cancelada, así que yo lo tenía claro; me presentaría allí, y si la doctora no me recibía, pues tan ricamente, yo ya había salido de casa y me había dado un buen rulillo. Además, en los alrededores del hospital hay un pinar muy grande, y otra zona tipo jardín cuidado/asilvestrado por donde de hecho yo solía pasear a diario cuando hacía allí mi rehabilitación antes de que empezara el curso; con castaños, jaras, un tilo, lavanda, un pequeño riachuelo, conejillos saltando por allí... Soñaba con pasearme de nuevo por un poco de verde.

En principio mi plan era ir en bici hasta Moncloa, donde se coge el autobus de Fremap, pero el día amenazaba lluvia. Miré el pronóstico y a la ida supuestamente el tiempo perdonaba, pero para cuando tuviera que volver iba a caer la del pulpo, así que cogí el bus. Tampoco por la mañana me llamaba mucho la palicilla a Moncloa, máxime después de un mes sin coger la bici.

En estas fechas en la calle todo resulta de lo más distópico. Yo diría que como un 70% de la gente lleva mascarilla -yo llevaba la mía- y hay mensajes alusivos al coronavirus por doquier. Todo el mundo respeta la distancia de como tres metros entre personas... la tesión está en el aire. Llegué a la parada y vi que el circular vendría en dos minutos.
 

Y así fue. En el autobus había otras tres personas convenientemente dispersas, todas con su mascarilla. En la pantalla en la que se van anunciando las paradas había también mensajes aludiendo a la Covid-19; la existencia de un autobús al hospital del IFEMA (que por cierto, tiene  capacidad de nada menos que tres mil camas ampliable a cinco mil), las normas respecto al máximo de personas que pueden ir en el bus... De hecho yo pensé que quizás los autobuses pasarían con menos frecuencia, pero según vi en la aplicación de la EMT pasan con la misma de antes, solo que ahora van todos semivacíos.


Al no haber tráfico llegué a Moncloa en tiempo record. La marquesina de la parada tenía una pantalla en la que iban proyectándose varios mensajes, algunos de ellos dirigidos a los trabajadores que el día anterior, lunes, se habían reincorporado a sus trabajos tras dos semanas de "interrupción de actividad para los trabajadores de actividades no esenciales".




Me dirigí a la parada del autobus de Fremap, en la calle Arcipreste de Hita, justo al lado de una de las salidas del metro de Moncloa. Había llegado veinte minutos temprano, así que me tocó esperar. Allí había un par de policías interceptando a todas las personas que salían, y yo me sentí ufana sabiendo que tenía en mi mochila el papel de mi cita médica que me servía de salvocoducto.

Cuando ya faltaban un par de minutos para que llegara mi autobús, oí una voz a mis espaldas: "¡Señora!" Me giré y era uno de los policías. En vez de pedirme una justificación de mi presencia en la calle, me ofreció muy amablemente unas mascarillas que estaban repartiendo. -"Ah, pues sí, muchas gracias, porque esta que llevo la tengo ya hace mucho" Así que era eso lo que estaban haciendo, claro. De hecho ya había leído yo en las noticias que se iban a repartir mascarillas para los trabajadores que tenían que viajar en transporte público; hay una carestía importante en farmacias, y los precios han subido en ocasiones hasta un 700%. Total, que me dieron tres mascarillas de las básicas, como la que yo tenía pero con elásticos en vez de cintas -¡qué lujo!- y se despidieron mientras yo veía venir mi autobús en la distancia.

No había nadie más que yo para subirse. El conductor llevaba su mascarilla también, y con un gesto me indicó que tenía que subirme por la puerta trasera -una medida nueva. Así lo hice. En una de las ventanillas había un cartel que decía que "por la seguridad de todos" el horario de autobuses se había visto reducido, y no habría otro autobus hasta las 13:55. Iba a tener que estar en el hospital y alrededores cuatro horas... "Ni falta que me importa".