sábado, 19 de septiembre de 2015

Tapete/bolsa de juguetes

Hace tiempo lo ví en internet; una especie de alfombra/ tapete circular, que al acabar los juegos ponías todos los juguetes encima, tirabas del cordón que rodeaba el perímetro y ¡hala! ya habías recogido. Me pareció una idea fantástica y me propuse hacerlo algún día. El jueves fue el día en cuestión y la afortunada receptora será mi sobri Sarita (y sus afortunados padres).

Como telas utilicé un macro-retal de mariposas que me quedó del "mantel de verano" que me hice en julio y una tela azul de unas cortinas que hace siglos que no usaba. Me encanta cuando puedo hacer eso; reciclar y no tener ni que salir a elegir telas.

La primera fase del asunto consistía en cortar dos círculos grandes. Para ello doblé la tela en cuatro, sirviéndome del metro de medir (que hubiera valido un cordel) tracé un arco con una tiza y a cortar! Una vez tenía cortada la tela de mariposas, la posé sobre la azul -también doblada en cuatro- y a cortar de nuevo.

 

Lo de cortar parece fácil, y lo es si no tienes gatos. El sonido de las tijeras cortando la tela les encanta, y les hace querer comerse las tijeras (o eso parece). El caso es que ponen las patas encima para cogerlas y tengo que andarme con cuidado para no cortárselas. Las patas, o los bigotillos cuando se las intentan comer... La verdad es que me desesperaba y divertía a partes iguales.



"Ay, qué a gusto estoy, de aquí no me muevo. ¿Qué pasa, molesto?"


Al acabar hay que retocar un poquillo para que los dos círculos queden iguales, y con la "ayuda" de los gatetes, todo es más entretenido.



Luego hay que cortar una tira de la tela azul y coserla todo alrededor de los círculos para pasar el cordón, y básicamente ya está. Por cierto, el cordón fue lo único que tuve que comprar, y me costó un euro los cuatro metros, así que me ha salido baratito el regalo.

Chisme abierto

Chisme cerrado

Detallito de la casa ;)
Esta tarde se lo llevaré; a ver cuales son las impresiones.

Ah, y de regalo, diez segundos de vídeo:


sábado, 12 de septiembre de 2015

Paty y Lino

Poco después de llegar de mis vacas en Villager recibí una llamada de la protectora para decirme que Lola y Luna, la pareja de negritas, habían conseguido enamorar a su familia de acogida temporal y ya estaban adoptadas, ¡qué alegría más grande! Pero la buena noticia tenía trampa y a continuación llegó la segunda parte; había otro par de gatitos en la cola de espera... ¿podría acogerlos? Como soy una blanda, aunque tenía aún pendiente mi semanita en la playa, no tuve más remedio que dar el sí. Cuando vi la foto de los peques me enternecí; no me digáis que no son bonitos. 


El problemilla es que estos peques estaban (y están) aún sin socializar del todo. En una de las colonias de gatos que ya estaba controlada por el método CES (capturar, esterilizar, soltar) apareció una hembra en estado de buena esperanza que a los pocos días tuvo cinco peques. Cuando los gatitos pudieron ser destetados, fueron separados de su mamá capturándolos con una jaula trampa. Y claro, los pobres fueron callejeros los primeros meses de vida y aprendieron de su mami a huir de los humanos, por eso  ahora requieren "terapia" de socialización. 

La dulce Paty 


El tímido Lino

Poco a poco, aunque sea lentamente, se va notando progreso. Paty ya está prácticamente ganada; se está aficionando bastante al sobe, ronroneando encantada. Lino va mucho más lento y es más miedoso, pero ya no sale corriendo a esconderse en cuanto me pongo de pie o me muevo, se pasea tranquilamente y juega por el salón y coge trocitos de comida de mi mano. Anoche, después de un par de semanas en casa, incluso me dejó tocarle un ratillo, y hasta ronroneó! Pero cuando le acaricio el lomo, en vez de levantar el culillo al final para que le acaricie el rabito, lo baja para que la mano "resbale" y se pire antes.

Lo curioso es que los avances conseguidos en un día (normalmente por la noche) a la mañana siguiente se han revertido -aunque cuesta menos volver a conquistarlos.




Pero soy optimista. Y más me vale serlo, porque es una responsabilidad "preparar" a los peques para que puedan ser adoptables y encuentren una familia en la que ser felices; a veces no sé si debería "trabajar" más con ellos o si es mejor que vayan a su ritmo, pero suelo optar por lo segundo.

Con Paty he descubierto una cosa muy peculiar que nunca había visto en mis años de casa de acogida, ¡con la de gatitos que han pasado por aquí!: el castañeteo de acecho. Cuando ayer le ví haciéndolo pensé que le pasaba algo raro, pero me fijé y ví que lo hacía cuando estaba acechando a una mosca, como se se pusiera nerviosa anticipando el salto. Lo gogleé  y ahí estaba¡No os perdáis el vídeo, que es muy cortito!


Por último, como a todos los gatos les encanta "cazar agua". Con eso me refiero a que aunque tengan lleno su bebedero, pasan de ella, pero si se la encuentran por ahí -en un vaso, en la regadera, el lavabo...- se lanzan ansiosos, y ni siquiera les importa que el chorro del grifo les esté cayendo en la cabeza! :D

martes, 1 de septiembre de 2015

Kintsugui veneciano

Serían como las siete de la tarde pero por la luz parecía que estaba ya anocheciendo. Me asomé a la ventana para mirar el cielo y le dije a Laura: "Me da a mí que va a caer una buena tormenta de verano, esta luz no es normal. Pues hala, vamos a vestirnos y salimos a la calle a recibirla con mi macroparaguas arcoiris." Y así lo hicimos.

Fue poner un pie en el suelo y levantarse un vendaval que se llevaba volando bolsas y demás basurilla del suelo y ya no las veías posarse más. Las ramas de los árboles parecía que iban a correr la misma suerte, y salir volando, arrancadas de los troncos. Había un bulldog francés con su humano, acojonao y negándose a avanzar (digo el perro) -parecía todo un poco apocalíptico. Íbamos con los ojos guiñados para evitar que el polvo que arrastraba el viento nos cegara, cuando, de repente, un relámpago. Esperaaa... ¡¡¡Brrrruumm !!! el trueno... pero nada de lluvia.

Al cabo de bastante rato andando estalló ya la tormenta en plena potencia; la lluvia hacía un ruido considerable contra el paraguas, que yo tenía que coger con las dos manos para que el viento lo se lo llevara. Y no se lo llevó, pero me lo volvió del revés en un par de ocasiones. De cintura para arriba conseguimos mantenernos secas; otro tema fueron las piernas; los pies, calados, ¡cómo me gustan las tormentas de verano! 

Pero a mi pobre veneciana no le gustan tanto; a la vuelta del periplo ví que me había dejado la persiana de mi habitación bajada, y la pobre había sufrido las consecuencias del vendaval; los hilos que sujetan los palitos que componen la persiana se habían roto y destrenzado, dejando totalmente sueltos lo que parecía un buen manojo de espaguetis XL. Tambien una pequeña parte de arriba se había desgarrado, ¡qué lástima deba verla!
------------------
Al día siguiente me puse manos a la obra para enmendar el desaguisado provocado por la tormenta. Busqué por casa un hilo que pudiera cumplir la función, y lo más aproximado que encontré fue un ovillo de lo que creo que es hilo de bordar. Parecía resistente, y de un grosor parecido ... el fallito era el color; teja en vez de blanco. Pues iba a tener que valer. Después de valorar los daños y planificar su reparación, ahí que me puse.

A medida iba arreglando la persiana me iba molstando menos el color del cordón, y le dije a Laura: "Esto es como las restauraciones de edificios o antiguedades, que a veces se hacen para que se note lo reparado." "Sí, pero lo hacen parecido, no totalmente distinto." Vaya


Pero a mí me estaba gustando cómo estaba quedando así; tal vez porque tengo una gran habilidad para engañarme a mí misma, así que continué satisfecha pasando pacientemente el hilo con la ayuda de una aguja; un palito arriba, uno abajo, arriba, abajo....



¡Terminé! Toma ya, quién hubiera dicho que iba a acabar tan bien. Ah no, que aún queda lo de arriba.


Mirándo el resultado final le dije a Laura, ¿a ti no te pasa que las cosas que has arreglado las miras como con más cariño que antes de estar rotas? Quizás por la satisfacción de haberla dejado tan bien y tan apañá, no sé" 

Y me acordé del Kintsugi, el arte japonés de arreglar fracturas de la cerámica con oro; "las roturas y reparaciones forman parte de la historia de un objeto y deben mostrarse en lugar de ocultarse, incorporarse y además hacerlo para embellecer el objeto, poniendo de manifiesto su transformación e historia". 

Como mi veneciana.