domingo, 8 de junio de 2014

Flatulencia, ventosidad, pedo.

pedo.
(Del lat. pedĭtum).
1. m. Ventosidad que se expele del vientre por el ano.


Esa es la definición que aparece ahora en el DRAE, pero cuando yo era pequeña era simplemente "ventosidad expelida por el ano", y eso lo sabe cualquiera, porque en cuanto aprendíamos a usar el diccionario, era una de las cuatro o cinco palabras que se nos ocurría buscar, ¿o no?

Siempre me ha resultado muy curiosa la variedad de comportamientos que hay en torno al pedo. Desde personas que sin sonrojo dejan escapar una sonora ventosidad, con mayor o menor consideración hacia los presentes (en espacios cerrados o abiertos, por ejemplo) a otras para las que un pedo es suficientemente vergonzante como para no tirarse nunca uno delante de, por ejemplo, su pareja. Creo que las mujeres tendemos más a la discreción en este asunto; en hombres (amigos o parejas) he observado todo el espectro, hasta quien me ha pedido que pusiera música para amortiguar los posibles ruidos provenientes del baño en su visita al trono -le daba vergüenza que le oyera peerse, pero no tener esa conversación, curioso.

Pumba de "El rey león" fue el primer personaje de Disney en tirarse un pedo
Muchas veces, en clase de yoga o de pilates se me pasa por la cabeza, ¿qué pasaría si de repente se me escapara un pedo? O a mí o a alguna de mis compañeras. Lo pienso sobre todo en determinados ejercicios en los que  hay que hacer un esfuerzo, o en los que estamos con el culo "en pompa" ¿Cómo reaccionarían los demás, la profesora? ¿Haría alguien un comentario exculpatorio tipo "mejor fuera que dentro", o "no pasa nada"...? ¿A alguien se le escaparía una carcajada, una risita amortiguada?... Sé que a algunos les parecera unas cabilaciones infantiles y vacuas, pero seguro que muchos otros también se lo han preguntado alguna vez.

Pues el viernes pasado todas estos interrogantes encontraron su respuesta. Estaba en pilates, y ya ni recuerdo el ejercicio que estábamos haciendo, lo que sí recuerdo es que estábamos tumbadas bocarriba sobre la colchoneta. La profesora repetía su letanía; "inhalamos, contraemos centro..." cuando un principio de pedorreta proveniente la compañera de mi izquierda surcó el aire;  prr. Fue breve, pero inequívoco: un pedo. O más bien un pedete.


En una milésima de segundo tuve la lucidez de darme cuenta de que eso sobre lo que llevaba tantos años preguntándome acababa de suceder, y puse mis cinco sentidos alerta para recibir la reacción... y nada. Nadie dijo "lo siento", nadie rió (aunque no sé si me engaño al recordar un pequeño resoplido) y la profesora, tras una pausa yo diría imperceptiblemente más larga de lo que correspondía, continuó dando sus instrucciones: "inhalamos, retenemos contrayendo centro, subimos caderas..."

Fue un poco anticlimático para los años que llevaba esperándolo, un poco soso, pero a la vez me siento satisfecha y agradecida de haber vivido el momento y haber resuelto por fin mi sempiterno enigma: ¡Gracias Dolores por tu pedo!

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