domingo, 15 de marzo de 2020

Coronavirus.

Pues aquí estamos. Es Domingo, y mi calle, que otro domingo estaría bullendo de gente paseando parsimoniosamente, mirando distraídamente los puestos de El Rastro, incluso tal vez a estas horas haciendo cola para tomarse las primeras tostas en El Extremeño... hoy están desiertas. Por lo visto es la primera vez que El Rastro "cierra"; no lo hizo ni siquiera durante la guerra civil.


Ayer el gobierno decretó estado de emergencia por coronavirus. Entre otras cosas supone que los ciudadanos tenemos que quedarnos en casita y no salir más que para hacer compra o sacar a los perros si los tenemos. Y para currar. Eso los que no estemos teletrabajando o  no trabajen en un sector al que le es imposible continuar con su actividad. Yo estoy a caballo entre ambas opciones; mis clases en Bosch han sido canceladas por Bosch y de mis otras dos clases que hago en la academia, una la sigo haciendo por Zoom (tipo Skype) y la otra aún no sé.

Y digo que no lo sé porque todo esto se desencadenó el lunes pasado. Al acabar mi clase con los niños (un grupo de cinco alumnos de 13 años de media) uno de ellos, Olivia, gritó tras consultar su wasap: "¡Que han cancelado las clases! ¡Cierran todos los colegios y universidades a partir de pasado mañana!" Yo no daba crédito. Justo una semana antes había estado tranquilizándoles, diciéndoles que no, que en España no iba a pasar lo que en Wuhan, epicentro de la epidemia de coronavirus, o en Italia, donde algunas regiones ya habían tenido que hacer lo mismo. Pero ahí estábamos.

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