martes, 9 de septiembre de 2014

Se me va la pinza

Con eso de que voy por la calle recogiendo las pinzas que me encuentro, el cestillo está a rebosar, así que decidí pasarlas revista, a ver si había alguna deteriorada y prescindir de sus servicios. 


Pensé que si tenía un grupo de muchas iguales podía colárselas a alguien, pero cada una es de su padre y de su madre. Entonces empecé a separarlas por colores, y una vez en grupos, empecé a ponerlas en degradé... y ya me lié; es lo que hace tener tanto tiempo en las manos -una maravilla, oiga. Porque nunca se sabe lo que va a salir, pero muchas veces el resultado mola, y sobre todo; el proceso es entretenidísimo. 







Porque no es solo clasificar las pinzas, colocarlas... sino también hacer las fotos. Subirme a una banqueta para esa toma cenital...



También implica a veces poder jugar con los cachivaches de la cámara que nunca uso; esta última foto está hecha con un objetivo de ojo de pez, Y si ya me meto después con filtros, no paro... Como por ejemplo este pequeño trabajillo de post-producción:

Tampoco es que me fascine el resultado, pero el caso es jugar, explorimentar.


El pobre Grey que estaba sobando en el "mirador de verano" se vio de repente suspendido en el aire, cojín y todo, para aparecer en el medio de un círculo de pinzas. De ahí su cara de: "¿Por qué haces esto?"



Luego empezó a liarla con las pinzas -aunque parece que está tocando el piano- y hasta le hice un muy breve vídeo cuando decidió pirarse de aquel altar multicolor, rallado de verme ahí apuntándole con la cámara.


Y todo esto, señoras y señores, con una cesta de pinzas de la ropa y una cámara de fotos. Toda la mañanita entretenida. Y la tarde para componer el post. Las vacaciones de verano... lo mejor.

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