viernes, 24 de octubre de 2014

Vandalismo políticamente correcto

Ayer volvía de currar a las nueve y media de la noche. Como iba ya con gusa y no me apetecía cocinar, al pasar por Cascorro decidí parar y comprarme una pizza en un establecimiento que acaban de abrir unos argentinos. Hacía una temperatura fantástica, y varias terrazas abundantemente concurridas se desplegaban en las aceras. Un tendero indio de una frutería estaba sentado a la fresca en frente de su establecimiento, viendo la vida pasar.

Mientras estaba candando la bici de repente comenzó un alboroto de gritos y ruidos de golpes. Miré en la dirección de la que procedía el fragor y vi un grupo como de seis, ocho personas a lo sumo con la cara tapada, tirando piedras y adoquines a un establecimiento. Sentí un impulso repentino de gritarles alguna reprobación, tipo "¿¡Pero qué hacéis!? o algo por el estilo, pero no llegué ni a formular la frase completa en mi cabeza cuando me di cuenta de que el objeto de su vandalismo era una sucursal del banco de Santander. Me callé, entendiendo su ira, y me quedé mirándoles tranquilamente desplegar su violencia. 


Se hizo un silencio colectivo entre resto de la gente en las terrazas que presenciaba la escena, quiero creer que no por cobardía esta vez, no por miedo de que la agresión se volviera contra ellos, sino por una especie de complicidad, de aprobación tácita. Los adoquines y piedras continuaron estrellándose contra la puerta y el cajero automático durante un rato. Se oyó un comienzo de grito proveniente de un balcón: ¡OYEE... ! Pero yo diría que a su emisor le sucedió como a mí, como al resto de los testigos; que vió, comprendió y aprobó con su silencio.



Poco después las pedradas cesaron y el grupo, sin un solo reproche a sus espaldas, emprendió la huída a la carrera. Desde el árbol al que estaba aparcando mi bici vi una chica que se acercaba a la escena y sacaba fotos del estropicio con el móbil y decidí imitarla. A mi alrededor las personas en las terrazas reemprendieron sus conversaciones, comentanto tranquilamente la escena, sin frases altisonantes: creo que todos estábamos sorprendidos de nuestra propia reacción, de haber sido cómplices silenciosos de esa escena, y de no sentir ninguna culpa por ello, pues bien hecho estaba.


No es la primera vez que esta sucursal recibe un mensaje de desaprobación ciudadana; hace ya unos años hice esta foto allí mismo. Mismo mensaje, pero la contundencia va en aumento, y es que andan los ánimos bastante caldeados


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