jueves, 15 de enero de 2015

Reflexión post navideña

Año tras año las navidades se han ido impregnando poco a poco para mí del significado que me gusta que tengan, y cada vez las celebro con más satisfacción y las tengo más cariño. A quienes odian las navidades -como fue mi caso en la adolescencia- les sugeriría que no se queden en lo que se supone que representan; que las adapten a algo que para ellos tenga sentido y celebren eso.

Yo celebro el solsticio, la entrada del invierno; las vacaciones son una especie de retiro invernal en el que puedo pasar tiempo en casa, en mi soledad sosegada y productiva; hacer manualidades explorando nuevas técnicas, concentrándome en mis tareas mientras los días pasan lentos sin preocuparme del reloj, con la ilusión de que los regalitos que hago con cariño y dedicación gusten a los agasajados. Cada regalo contiene una historia: sobre la idea, los materiales, su elaboración...





También celebro con regocijo las reuniones en familia, disfrutar todos juntos con padres, hermanos, sobrino y sobrinas, e incluso perros; las risas que nos echamos todos con lo que se nos ponga delante... (aunque a veces pueda haber algún "altercado" digamos desarmónico). 

Mi sobrina Jara parece que tiene clara también esta relación mental navidades/risas, aunque para ella el papeo también es digno de celebración -bien por ella.


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