lunes, 23 de diciembre de 2013

Allanamiento de morada

El sábado pasado recibí una llamada de uno de los amigos de Jorge, mi vecino de enfrente. Hace ya tiempo Jorge me preguntó si podía dejar mi número de teléfono a su familia y amigos, porque se iba a quitar el fijo y supongo que quería asegurarse de no quedarse incomunicado. Desde entonces -y de esto ya hará unos pocos años- no he recibido llamadas para él más que en un par de ocasiones.

"Laura mira, soy Juan, el amigo de Jorge. ¿Podrías por favor ponerme con él? Es que llevo llamándole todo el día y tiene el móvil apagado. Ayer me dijo que tenía un catarro muy malo y hasta le costaba resppirar, y para saber cómo está." Llamé a su puerta con el teléfono en la mano, dispuesta a pasárselo en cuanto abriera, pero allí no abrió nadie. Le dije a su amigo Juan que insistiría a lo largo del día, y así lo hice varias veces con idéntico resultado.

 Al día siguiente, a la vuelta de la ruta campestre/navideña, comprobé distraidamente si tenía mensajes en el contestador, y me encontré con el siguente: "Hola Laura, soy Juan otra vez. Mira, que he estado este mediodía llamando insistentemente a la puerta de Jorge, y no me ha abierto. Estamos muy preocupados porque lleva ya tres días que nadie sabe nada de él, y empezamos a pensar que le haya podido pasar algo. Hemos llamado a la policía, y nos han dicho que no podemos denunciar su desaparición sin asegurarnos de que no esté en casa, y como tú tienes sus llaves, a ver si puedes entrar y comprobar si está bien".

Ejem. Pánico. En primer lugar, yo jamas he estado en casa de Jorge, y las llaves no las tengo para entrar, sino de llaves "de emergencia" por si a él se le pierden o lo que sea. ¿Y entrar en su casa sin su permiso no sería allanamiento de morada? Me podía meter en un buen lío.

Además, no he contado hasta ahora que Jorge tiene problemas de salud mental (indeterminados para mí). Vive solo y no trabaja; cobra una pensión. Con los vecinos es muy amable aunque algo reservado; las persianas de la casa están siempre cerradas a cal y canto. Yo no sabía ni qué me podría encontrar ahí dentro. Jose, el vecino del primero, me dijo el verano pasado que él había estado en la casa una vez que vinieron los inspectores de la ITE -y Jorge no se pudo negar más- y según él, estaba todo en un estado deplorable -aunque no dio detalles y yo no pregunté.


Total, que tenía que entrar en casa de Jorge... y prepararme para ver un caos, y en el peor de los casos, digámoslo, encontrármelo cadáver. Joder. O siendo menos cafre, quizás estaba vivo pero jodido, postrado en su cama y necesitaba ayuda, así que sí, era importante que entrara alguien.

Pero ya era de noche y no era capaz de hacer nada "del tirón", así que decidí esperar a la mañana siguiente para llamar a su amigo... y sugerirle que viniera y entrara él.

/continuará/

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