El miércoles me robaron mi bici. Salí de casa de Iñaki, cerca de Santa Ana, sobre las doce de la noche, tan contenta pensando en el camino de regreso cuesta abajo montada a sus lomos, y había desaparecido del árbol al que la había atado; sólo un espacio vacío. Al cabo de unos segundos de mirar esa nada, en shock, procesando lo irreversible de lo que había pasado, vi el "rabo de cerdo" con el que estaba atada, cortado y tirado en el suelo, inerte. Intento evitar esa imagen porque se me pone mal cuerpo; como una opresión en el pecho y en el estómago. Por eso hasta hoy no he podido escribir este post.
Si Iñaki no me hubiera pedido que fuera a su casa a ayudarle con la reparación de su cama, si yo la hubiera aparcado dentro de su portal, como solía hacer, si la hubiera atado con un candado de U, como sabía que tenía que hacer (pero son poco prácticos porque son pequeños a veces es difícil encontrar dónde atarla) en vez de con el "cable", tan fácil de cortar. Si hubiera salido un poco antes de su casa, quizás... Tantas maneras de sentirme culpable o de a posteriori ver formas de haber evitado esto. Pero lo que es, es. Mi bici ha desaparecido de mi vida. Sé que suena "dramatizado", pero era mi compañera desde hace 23 años, casi exactos (la factura que aún conservo, está fechada el 10 de marzo de 1991).
También pienso que si no la hubiera "tuneado" no me la hubieran mangado, es como si al tunearla la hubiera hecho vulnerable -aunque en la tienda de bicis me han dicho que roban todo. A veces tengo "ráfagas" extrañas en las que siento que bueno, que aún no estaba del todo apegada a Mibici nueva; y siendo sincera, no estaba del todo convencida con el color, que era más oscuro de lo que en realidad me hubiera gustado. Incluso creo que me alegro de que no me la mangaran cuando era mi bici "original"; a pesar de los 270 pavos de ponerla guapa que me hubiera ahorrado, creo que me hubiera dolido más, porque de esta manera, mi Peugeot moradita, mi primera bici, estuvo conmigo hasta el final.
También pienso que si no la hubiera "tuneado" no me la hubieran mangado, es como si al tunearla la hubiera hecho vulnerable -aunque en la tienda de bicis me han dicho que roban todo. A veces tengo "ráfagas" extrañas en las que siento que bueno, que aún no estaba del todo apegada a Mibici nueva; y siendo sincera, no estaba del todo convencida con el color, que era más oscuro de lo que en realidad me hubiera gustado. Incluso creo que me alegro de que no me la mangaran cuando era mi bici "original"; a pesar de los 270 pavos de ponerla guapa que me hubiera ahorrado, creo que me hubiera dolido más, porque de esta manera, mi Peugeot moradita, mi primera bici, estuvo conmigo hasta el final.
Pero son solo ráfagas, porque luego pienso en todo lo que pasé con ella, taanto, en lo nuevecita, lo guapetona, lo ligera que había quedado, en lo que "la quería" y lo muchísimo que me va a costar encontrar otra que me guste, y se me vuelve a remover todo. No me vale de mucho pensar que era solo un objeto, que no es bueno tener tanto apego a las cosas... sigo sintiendo ese peso en el pecho, incluso cuando no estoy pensando en ella.
Luego me pongo "cósmica", y me acuerdo del cuento del labrador que perdió un caballo; "¿Mala suerte? ¿buena suerte? Quién sabe", y aunque ahora no puedo saber por qué esto ha sucedido, quizás hay una razón que me favorece y que el tiempo revelará.
Y pienso en lo que decía Paulo Cohelo de que el universo conspira a nuestro favor, así que quién sabe si esto ha sido un paso necesario que me acercará a algo bueno, en una intrincada cadena de eventos. O quizás soy inmensamente afortunada y mi bici reaparece de alguna manera, y aprenderé alguna lección valiosa. ¿O está acaso el universo enviándome esa lección, haciéndome proteger mejor mis cosas en el futuro, para evitarme un mal mayor? Por ejemplo debería cerrar los dos cerrojos de la puerta de casa cuando salgo, o hacerme backups frecuentes de mis fotos... Pero mi lado racional se da cuenta de lo que mi pobre mente está haciendo.
Recibo de compra y denuncia de robo; alfa y omega de Mibici. |
De momento tengo tres bicis a mi disposición para seguir rulando (gracias Iñaki, papá y Quique) hasta que me compre otra. Pero va a ser muy difícil encontrar una digna sustituta; lo sé porque estuve ahí hace unos meses.
Finalizo esta suerte de homenaje o de despedida de mi bici, clamando lo que aquel: Dondequiera que esté, Mibici es mía. Así lo siento.
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