domingo, 31 de mayo de 2020

Primera salida campestre: El pinar de Valdelatas

No estábamos seguros de que se pudiera salir al campo en la fase 1. Pili me había dicho que había que estar federado para poder salir al campo, yo no estaba segura de que se pudiera salir de Madrid capital, y además estaba el tema de que en teoría no se podía ir en el coche en el asiento de al lado si no eras conviviente. Por eso el sábado Luis fue con los niños al pinar para inspeccionar si había controles de la policía, y al ver el tema tranquilo planificamos una salida el domingo. 

Yo me pillé una bicimad a Plaza de Castilla, donde me recogería Luis en el coche. toda la castellana estaba cerrada al tráfico y reservada exclusivamente para peatones, así que tuve que ir por calles paralelas hasta llegar a mi destino. Allí esperé pacientemente haciéndome selfis para inmortalizar el momento


Daban lluvias para más tarde, pero aunque estaba muy nublado, la temperatura era muy buena. Tomamos nuestro picnic y charlamos cuerpo a cuerpo, después de tantas quedadas cibernéticas. Aunque no parecía que hiciera tanto tiempo que no nos habíamos visto.

Los peques estaban muy grandes y guapos. Disfrutaron el campo igual que si no hubieran estado el día anterior... son unos asilvestrados, y mola.





Emprendimos el regreso cuando vimos que estábamos un poco lejos para llegar al coche si se ponía a llover, y justo antes de llegar empezó a chispear. Justo a tiempo.

Luego estrenamos la temporada de terrazas en una de un parque cerca de casa de Luis. Todo perfecto, muy ricas las cervecitas, y cuando empezó a chispear de nuevo nos metimos en el coche y Luis me dejó al lado de una bicimad. 

Empezó a llover más fuerte mientras yo sacaba la tarjeta de bicimad, y me metí en un tejadillo para acabar de sacarla... y entonces se desató el diluvio universal. Ya éramos unos cuantos esperando debajo del tejadillo a que escampara, pero tras quince minutos de furia tormentosa saqué mi hule y me dispuse a cruzar a la carrera para ir a la parada del metro al otro lado de la calle... sabía que me iba a empapar las piernas, pero no era cuestión de seguir esperando. Al llegar al semáforo vi que la calle era un auténtico río, y al cruzar me empapé las zapatillas hasta el tobillo... menos mal que no hacía frío. Al llegar al andén las vías eran un rí de al menos un palmo de agua, nunca lo había visto así.

Bueno, al menos pude ver toda la parafernalia coronavírica del metro... pegatinas en los asientos para que no se sentara la gente, en los pasillos diciendo que guardaras la distancia de seguridad... todo el rollo.



Cuando llegué a Puerta de Toledo ya no llovía y las calles estaban secas. Una aventura divertida.

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